miércoles, 19 de noviembre de 2014

Como si se pudiese elegir el amor.

"Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés." #Julio Cortazar







Y de repente la vida nos da una cachetada, nos deja inmóviles, quietos, expectantes, dudosos, frenéticos… queriendo.
Sintiendo intensidades que transitan nuestro cuerpo, que te viene, que te llega, que te llena, que te invade. No hay consuelo, ni contención para abarcar dicha intensidad que desborda al cuerpo, conmueve los significantes, te transforma.
Te transforma.
Si la vida me ha enseñado algo a lo largo del tiempo, y las experiencias, es que nunca sentimos el mismo amor dos veces. Siempre la sensación, así como la experiencia es distinta, el amor se hace diferente, uno se posiciona diferente, las edades son diferentes, la vida que curte nuestra piel, no es la misma en un punto que en otro.
Todas las formas de amar son distintas, el amor es tan amplio e inmenso, que no permite la reducción a una sola clasificación. Es puramente subjetivo.
 Incluso el que lo siente, desconoce si los demás lo experimentan igual, mejor o peor.
Ningún tipo de amor, es mejor o peor, es solo distinto.
Tocar un cuerpo no es lo mismo que tocar otro después. Ninguna personas es la misma dos veces. Ni antes de amar, ni después de haber amado.
El amor construye experiencias, la experiencia la formas de transitar la vida. La vida construye formas de subjetividad, de racionalidad, para poner en palabras aquello que desborda, aquello que traspasa hasta el azar.
De nada sirve buscar un amor que reproduzca uno anterior. El amor tiene tantas múltiples formas, que pensar en que nunca más vamos a sentir un sentimiento igual, es absolutamente cierto, eso no quiere decir que no sintamos algo mejor, o más intenso, o como dije antes, distinto.
Cuando pensamos que la vida no puede darnos más intensidad, la misma nos sorprende, y debemos dejar atraparnos por la maravillosa magia de la sorpresa.
La vida es así, permeable al tiempo. Permanente a la experiencia, inherente a ella en múltiples maneras. Incluso al respirar el aire es diferente, porque nosotros ya no somos los mismos.
Pero el amor te trasforma más que cualquier otra cosa, más que el tiempo, la vida, los años. Cada experiencia te deja una huella, cada huella una cicatriz, cada cicatriz cuenta una historia, una historia de amor, o desamor, que al fin es lo mismo, deja la experiencia de sentir.
Transitar el sentimiento de aquello que deja huellas, con miedo, con inseguridades, con alivio, con fragilidad, con todo a lo que nos expone el hecho de sentir.
Pero a pesar del resultado, haber sentido es lo mejor del juego.
Y la experiencia es el resabio de la vida, de lo que hacemos alarde, o de lo que hacemos cicatriz.
La vida al igual que el amor no es más que un conjunto de experiencias, y sin embargo es todo eso, aquello que llena de vida al amor, y de amor a la vida.
Nada más, y nada menos.
Hacer el amor es siempre distinto, porque cada cuerpo tiene una diferente velocidad, variedad, mirada, dedos, espaldas, brazos, coxis, ombligo, sabor. Y nuestras posturas, maneras, modos, también son distintos. Nunca se es la misma persona al hacer el amor;  cada día, en cada hora, hemos crecido un poco, adquirido algo más de sabiduría,  de experiencia, de arrugas, de manchas, de heridas. Nunca se hace el amor dos veces con la misma persona. Ni uno es la misma persona haciendo el amor.
Hay una dinámica en los cuerpos, en las miradas, en los brillos, en los gestos, nunca seremos iguales que la hora anterior, ni una hora después volveremos a ser los mismos.
También se podría preguntar si hacer el amor es con los cuerpos, con sus partes, o con una historia que habita un ser. Con sus miedos, sus costumbres, sus virtudes, sus falencias… cuando se recorre un cuerpo se recorre a la vida que habita en el.
Cuando se miran dos ojos, se mira un alma, un brillo, algo que traspasa la retina y te retiene.
Hay tanto más para ver en eso que vemos, tanto más para tocar en eso que tocamos. Atravesar la piel con los dedos para sentir la historia.


Amar es todo aquello que no dejas huellas en la piel, ni tampoco la toca.


Dai.